"Dime con quien andas y te dire quién eres" reza el refrán popular. Yo; que me he visto rodeado de sociópatas, genios locos descubridores, bohemios espléndidos y tocados con fuego, no tengo otro remedio que declararme "absurdo"
28 enero, 2010
16 enero, 2010
El Futuro en los primeros centímetros
Umberto Eco sostiene que el hombre tiene cinco necesidades fundamentales: la alimentación, el sueño, el afecto, el juego, y el preguntarse por qué. Lo que Eco no reconoce es la relación directa que existe entre la primera y la última de estas necesidades; y es que el sistema nervioso humano se desarrolla tan rápidamente desde el inicio de la vida embrionaria, que hacia el cuarto o quinto mes de gestación el pequeño nuevo ser puede escuchar, reconocer, y reaccionar frente a la voz de su progenitora desde dentro del útero; y ya para el tercer año de vida este desarrollo neurológico estará casi completo.
El rápido incremento en el número de células nerviosas, su migración y especialización dependen de algunos estímulos externos (este es el principio del Efecto Mozart que sugiere que los niños que fueron estimulados durante el embarazo con la voz de sus madres y con las melodías del compositor austriaco poseerán una mayor capacidad cognitiva y mejores habilidades sociales), pero fundamentalmente de los nutrientes que recibe; primero a través de la circulación feto-placentaria, y luego de la lactancia y alimentación complementaria.
El proceso de alimentar al niño a partir de los seis meses de edad suele ser un reto complicado pues el éxito de la alimentación complementaria no solamente depende de la capacidad de la familia de acceder a los alimentos, sino también de la cantidad y frecuencia de las comidas que el pequeño recibe, del contenido o combinación de los grupos de alimentos en cada comida (carbohidratos, proteínas y grasas), su consistencia (semisólida y no semilíquida), y la conducta de la madre o la persona que da de comer al niño. Otros factores como el acceso de la familia y comunidad a servicios de saneamiento básico, de agua potable, de educación y salud de calidad; también influyen en la alimentación y nutrición del niño.
Por estas razones, se reconoce que la causa subyacente de la desnutrición crónica infantil es la pobreza; no solamente porque los hogares pobres tienen menor acceso a los alimentos que necesita el niño para nutrirse adecuadamente, sino porque los niños de estos hogares sufren de un cuidado inadecuado y un ambiente no saludable (ausencia de servicios de saneamiento básico, agua potable, servicios de educación y salud de calidad).
Dime que tanta desnutrición sufres y te diré que tan pobre serás
Aunque a veces las comparaciones son inadmisibles; para entender la magnitud del problema “pobreza-desnutrición-pobreza” al que nos enfrentamos, bastaría con mencionar que en promedio, el 46% de los niños menores de cinco años de los países del África subsahariana y Asia central más pobres sufren de desnutrición crónica según criterios de medición de la OMS (What Works? Interventions for maternal and child undernutrition and survival, Lancet 2008); mientras que la desnutrición crónica infantil en la Provincia de Sánchez Carrión (con los mismos criterios de medición y según el censo INEI 2007) es de 68%.
¿Dónde están los niños desnutridos?
Daniel Cotlear (Un Nuevo Contrato Social para el Perú, Banco Mundial; 2006) propone estándares más sencillos, por ejemplo: un niño o niña debe crecer 24 cm. durante su primer año de vida y 12 cm. durante su segundo año de vida; si crece menos que eso, entonces está sufriendo de desnutrición; si el niño a los dos años mide menos de 80 cm., entonces está desnutrido; tan claro y terrible como simple. Otras dificultades que contribuyen a la aparente tolerancia e inacción subyacen en la dispersión de esfuerzos y recursos del Estado en sus sectores y programas sociales; la ausencia de un liderazgo que los articule y conduzca técnicamente hace que ellos se tornen ineficientes e ineficaces.
Es posible reducir la desnutrición en la medida que es posible reducir la pobreza, y viceversa. Hoy existe mayor y mejor evidencia de las intervenciones que funcionan para reducir la desnutrición. Las familias que tienen acceso a alimentos (porque los pueden comprar o cosechar) se beneficiarán más de estrategias de educación para el cambio de comportamientos en cuanto al cuidado de la salud y nutrición del niño; mientras que las familias que no tienen acceso a alimentos se beneficiarán más de los programas de transferencias condicionadas directas (JUNTOS) o de suplementación de alimentos (PRONAA) y de intervenciones que mejoren su capacidad económico-productiva (Sector Agricultura) y permitan la diversificación de su dieta. En las comunidades por encima de los 4000 metros de altitud incluso, es posible instalar tecnologías como los fitotoldos que permiten la producción de hortalizas y frutas. En ambos casos, y paralelamente a estas acciones, es necesario contar con servicios de salud de calidad para la atención de las enfermedades infantiles prevalentes y la entrega de otras intervenciones preventivas (inmunizaciones y provisión de micronutrientes como zinc, hierro, y vitamina A) y promocionales (lavado de manos); el suministro de agua segura para consumo; servicios de saneamiento básico; una adecuación curricular en las instituciones educativas; y lograr la movilización social para hacer sostenibles todas estas intervenciones.
Es evidente que sin una estrategia integradora, sin liderazgo, y sin gobierno local es menos probable un abordaje exitoso de la desnutrición y de un futuro mejor.
Enlaces y más enlaces
Acerca de mí
- Pepe
- Soy un médico graduado de Cayetano Heredia con entrenamiento en Salud Pública, descentralización, gestión pública, calidad de servicios de salud, y cambio comunitario. Tengo 10 años de trabajo en el primer nivel de atención del sector salud y Atención Primaria de Salud; primero, en el MINSA y en los últimos 7 años, en algunos Proyectos de mejora de la gestión de los servicios de salud en el primer nivel de atención y de Supervivencia Materno-infantil.